lunes, 10 de mayo de 2010

Tributo



Al niño de Caimito de Hanábana van dirigidas estas palabras, al Hombre de la Edad de Oro, que supo ver en los infantes “la esperanza del mundo”.
A Martí en el aniversario 115 de su caída en Dos Ríos porque cayó para renacer en cada cubano digno y viril.
A Martí que reconoció en el amor el lazo de los hombres, el modo de enseñar y el centro del mundo y lo asoció con los pinos y las palmas para, desde su altura, ver pequeño al mundo.
Al hombre amante que escribía a su amada con la misma pasión con que hablaba de la Patria, allá en el exilio.
Al hombre sincero que murió como quiso “de cara al Sol”, los cubanos y cubanas de hoy rendimos tributo y, en ello va todo: el agradecimiento por sus primeros apuntes, por presentarnos a Fermín Domínguez, a María Mantilla, a Carmen, a Doña Leonor, a Manuel Mercado y a tantas personas que pudieron disfrutar de su presencia y aprender de él, en la misma medida en que lo nutrieron.
Al periodista que hizo de esta profesión un oficio, un servicio público, le agradecemos su pluma firme y sensual que demuestra la fuerza de las palabras en tanto son “proposición, estudio, examen y consejo”
Al hijo que sintió en su madre “el sostén de la vida” y que dijo “toda madre debiera llamarse Maravilla” los cubanos y cubanas recordamos en el aniversario 115 de su muerte, convencidos de que su obra nos inspira y su ejemplo indica el camino.
La suerte está echada: Unidos a la Patria. “Nadie como ella para hacer crecer a sus hijos”.

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