sábado, 1 de mayo de 2010

Valió la pena...





Valió la pena madrugar y estar allí, antes que el Sol, para ver nacer el día, para ver a la gente, la misma de siempre, hoy, con nuevos bríos.
Valió la pena despertar a mi niño de su inocente sueño para que disfrutara de un hecho del cual también fue protagonista.
Valió la pena perder la voz, por el cansancio acumulado, por el exceso de trabajo y el uso indiscriminado de ella para saludar a quienes, como yo, sabían que no podían faltar al llamado de la Patria y la Revolución.
Valió la pena ir de rojo y negro, de azul, rojo y blanco, de amarillo, de verde olivo...
Valió la pena escuchar anécdotas de quienes en 52 años, junto a la Revolución Cubana, han resistido amenazas, agresiones, ofensas, manipulaciones y han echado su suerte con el pueblo, del cual son parte incondicional hasta sus últimos momentos.
Valió la pena clamar, una vez más, justicia para Cuba y los cubanos, fue bueno exigir, el derecho a decidir nuestro destino, sin pedir permiso a ningún amo imperial.
Nadie, absolutamente nadie, que haya visto, oído, vivido lo que se protagonizó este Primero de Mayo en las calles y plazas cubanas podrá creer que los asistentes fuimos presionados u obligados.
Hubo masividad, colorido, organización, entusiamo...pero también hubo el compromiso de mantener la unidad del pueblo en torno al Partido y a los líderes de la Revolución y el deseo de crecer, tanto como sea posible.
Por Cuba y por los que ven en ella un ejemplo a seguir.

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