lunes, 14 de junio de 2010

Antonio Maceo Grajales


Le debo unas letras a Antonio Maceo. No porque nunca le haya escrito, sino porque siento que queda mucho por decir, más allá de lo que desde niños nos han enseñado.
Todos, en los primeros años de vida, aprendemos que Maceo nació en Santiago de Cuba el 14 de junio de 1845 y que era hijo de Marcos Maceo y Mariana Grajales.

Nos cuentan que al comenzar la Guerra de los Diez Años se incorpora junto a su padre, quien murió poco tiempo después.Sabemos que luchó junto a sus doce hermanos y el resto de su familia y que sus méritos en combate lo hicieron acreedor del grado de Mayor General a las órdenes de Máximo Gómez.Concluída la epopeya su hoja de servicios recogía 800 acciones de combativas y veintisiete cicatrices en el cuerpo.

Maceo se sabía, por encima de todo, cubano digno, creía en la Revolución por eso no flaqueó ni aceptó paz sin independencia, dejándonos como legado a generaciones posteriores su dignidad, su valentía, su inteligencia y astucia ante el enemigo y la convicción inalterable de que Cuba es para los cubanos lo que la Madre para un hijo amoroso y fiel.
Ahí están los Mangos de Baraguá, cuando se enfrenta al general Martínez Campos para manifestarle su inconformidad con la Paz del Zanjón y su decisión de continuar la lucha. Su intransigencia revolucionaria se basa en dos aspectos para él fundamentales: en el Zanjón no se obtiene la libertad total de los esclavos ni la libertad de Cuba.
Maceo simbolizó entonces, la responsabilidad con Cuba, los intereses más elevados de un pueblo revolucionario y lo hizo con modestia, con convicción profunda de que nada ni nadie podía decidir los destinos de la nación sin contar con sus legítimos hijos.

Después marchó al extranjero, residió en varios países; organizó con Calixto García, Máximo Gómez y José Martí conspiraciones independentistas y desembarcó en Cuba en 1895, para seguir luchando contra las fuerzas españolas.

Durante la Invasión de Oriente a Occidente, llevó la guerra a toda la isla y dirigió durante la gesta 119 acciones combativas.
Sabía, siempre supo lo que hacía, he aquí sus palabras: “De España jamás esperé nada, siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide: mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos, todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos, mejor es subir y caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.
Corajudo y sabio.
Considerado en nuestra historia combatiente por excelencia y el más grande caudillo militar, fue poseedor además de una gran personalidad y una capacidad política, lo que lo llevó siempre a actuar inalterablemente al servicio de la Revolución y de la Patria.
En Maceo coincidió la valentía a toda prueba y el intelecto puesto a disposición del combate, en una lucha en que se jugó, desde entonces, el decoro y la dignidad del pueblo cubano.
Le debía unas palabras a Maceo porque para mí representa lo más puro, valiente y magnánimo de este pueblo que recurre a su ejemplo para levantar sus manos, todas unidas, y reclamar el derecho que sabe que posee a ser libre e independiente.

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