jueves, 17 de junio de 2010

A mi padre.

Temo a cuando ya no estés y los zapatos en medio de la sala no me molesten.
Temo a que mi hijo pregunte por su pipo y no sepa qué decirle.
Temo al recuerdo de aquella canción con que tanto nos divertíamos, mis hermanos y yo, al oírlo "...y cuando, y cuando te pongas bella, te diré que eres mi estrella, mi amor..."
Temo a no escucharte decir que me cuide o, que modere la palabra, o. "tú haces lo que quieras, pero, óyeme a mí, que soy más viejo y, además, tu padre".
Temo a dejar de sentirte en la noche, desde la habitación contigua.
Temo a dejar de alcanzarte lo necesario y a descubrir que ya no estás.
Por eso, cercano ya el Día de los Padres, no prometo nada, sólo amarte y entregarte al niño, en quien vez una prolongación, y a quien malcrías con la satisfacción que sólo da el goce.
Te agradezco el cuidado, la presencia firme, los regaños, los consejos y, sobre todo, el amor sin límite.
Gracias, pipo, por ser amigo. Para amarte y decírtelo, no quise esperar al "Día de los Padres" porque todos los días te recuerdan y en todos nos haces mucha falta.

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