viernes, 18 de junio de 2010

Día de los padres


Nuevamente el Día de los Padres y, mientras pueda, aún después, le dedicaré unas palabras al mío.
Porque ni vinagre ni cualquiera. Hoy presumo de dos personas: mi padre y mi hijo.
Mi padre fundó un hogar con todas las de la ley: mi mamá, la esposa con la que se contaba para todo lo relacionado con la familia y los percances que, a veces, surgen en el trabajo, o en la propia vida.
Mi hermano mayor, un hijo que creció y sintió siempre la necesidad de compartir con mi papá y lo convirtió en su amigo más cercano.
Un hermano más pequeño, que se hizo hombre entre las manos, y heredó de mi padre la energía positiva para imantar a muchos a su alrededor.
Y yo, que aunque no lo alcanzo, sé ser amiga y compañera, pero por encima de todo, y para honrar a mi padre, soy su hija, en la misma extensión de la palabra. Eso sí, una hija que quiere decidir e imponer reglas, y a veces, muchas veces, invierte papeles y se cree la madre de su padre.
De todas maneras, pienso que a muchos hijos les sucede lo mismo. Con el paso de los años y el envejecimiento de nuestros padres, queremos decidir por ellos, olvidando que son dueños de sus actos y de sus vidas.
A mi padre en este día le doy las gracias por existir, por ser patrón para mi hijo que lo llama pipo y lo obliga a dormir a su lado, aún cuando no quiere.
A mi padre, gracias por su hombro y sus manos firmes, gracias por ese amor en silencio que bien recibo, por esa ternura manifiesta que, desde las primeras horas del día, da a mi pequeño Angel Daniel.
Es que mi padre, es un padrazo, y como muchos no es vinagre ni cualquiera. En la escala de valores ocupa el peldaño más alto por su entrega y dedicación.
A todos los padres, felicidades en su Día, aunque para ustedes, todos los días han de ser felices.

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