miércoles, 17 de marzo de 2010

La lección de mi abuelo.

M i abuelo fue un hombre simpatizante hasta la médula con Fulgencio Batista. No sé si sentía agradecido por un pedacito de tierra que tenía en otro más pequeño lugar de Varadero, allá cuando visitar el balneario era un sueño casi imposible para la mayoría de los cubanos y cubanas, o, por testarudo y "rosca izquierda", para no dar su brazo a torcer.

Siempre me he preguntado por qué tanto apego a aquello, que malamente le daba para alimentar a sus seis hijos y un sobrino.

Mi abuelo -decía mi mamá- madrugaba para cuidar un local que le estaba encomendado, en tanto su esposa, mi abuela, se las entendía en la casa con una tremenda batea de ropa y después la plancha de carbón para entregar en tiempo los encargos de quienes la escogían para que les atendiera la vestimenta.

Entre cariños a unos, regaños a otros, un carácter duro para imponer respeto y la esperanza de que todo mejoraría, a su manera, transcurrió la juventud de este hombre que, un día después del 59, fue a la cárcel por delitos contrarrevolucionarios.

Mi madre sufrió mucho, ella no entendía por qué su papá debía cumplir prisión 12 ó 13 años, se me olvidó la cifra exacta.

Hablaba de "papi" con la nostalgia de la hija que siempre se sintió consentida, por encima de los demás hermanos.

Así crecimos mis hermanos y yo, con la imagen de un abuelo ausente,que estuvo siempre presente porque de eso se encargó mima.Así fuimos a visitas a las prisiones de Boniato, Agüica...

El tiempo pasó, abuelo salió de la cárcel, los niños crecimos, fuimos pioneros , algunos -entre ellos yo- militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas...

y, mima sorteándolo todo, entre "papi" cada vez más "en contra" y su esposo y sus hijos "con esto", en alusión a la Revolución.

Un primo, querido pero oportunista a la enésima, sintió celos porque abuelo, a pesar de su carácter fuerte, sus rabias contenidas y todo lo que llevaba por dentro, con razón o no, nos demostró más apego a los hijos de mi mamá.

Entonces este primo decidió ir a la ofensiva y, aprovechándose de que estabamos todos los nietos jugando, la soltó cuando nadie la esperaba:

-"abuelo, interpreló pero afirmó a la vez, usted sabía que prima Regla es comunista?

Nos quedamos petrificados todos. Ya sabíamos que el viejo era de "anjá" y lo evitábamos.

Abuelo dijo: "niña, vénga acá."

Me quedé tiesa y, luego de unos segundos, no más...le dije:"Dígame"

Con su voz de trueno me preguntó: "Usted cree en esto".

Le dije:"Yo sí". Confieso que aterrorizada.

Y el viejo me contestó: "Pues si cree, defiéndalo".

Todavía hoy me pregunto el por qué de su reacción pero lo que si me quedó claro fue que "las personas tienen que defender lo que creen, al precio de cualquier sacrificio.

La mayor lección de mi vida me la dió un viejo con ideología diametralmente opuesta a la mia. Un viejo que no sé si se arrepintió o no, pero, en el poco tiempo que estuvo haciendo de abuelo entre primos, hermanos y yo, me dejó el dulce sabor del respeto a las ideas de los demás.

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